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Educar a alumnos felices o eficientes

Miércoles, 13 de noviembre de 2013
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Una idea que no es mía pero que me gusta es aquella que define a la escuela como una institución a caballo entre la familia y la sociedad. Toma algo de cada una pero no es, ni debe confundirse, con ninguna de ellas. En la familia se nos quiere por lo que somos y en la sociedad por lo que producimos, hacemos o tenemos (aquí habría que matizar algo pero no lo voy a hacer). Lo maestros –al menos los buenos maestros– quieren a sus alumnos por lo que son pero también se preocupan por lo que producen intelectualmente. Así debe ser. De vez en cuando aparecen engendros escolares donde se sobredimensiona la relación afectiva con los alumnos o, por el contrario, la exigencia académica. Unos profesores te dicen aquello de que lo importante es que sean niños felices mientras que a otros sólo parece importarles la nota de su asignatura en selectividad. Visión lúdica de la escuela frente a visión mercantilista. El rol del maestro no debe ser ni el del padre, ni el del jefe o compañero de trabajo. No es un equilibrio fácil el que se exige a la escuela y a los docentes.

Probablemente estamos ante una de esas falsas dicotomías tan frecuentes en el debate educativo. Ocurre, por ejemplo, cuando se aíslan la Educación y la enseñanza. Ahora educo, ahora enseño. Ahora formo a mis alumnos como buenos ciudadanos, ahora tocan Matemáticas. Como esos padres que quieren compensar con estupendos planes los fines de semana la desatención a sus hijos de lunes a viernes.

La clave es la Educación integral de la persona y ha sido uno de los principales criterios tenidos en cuenta por el jurado de los Premios Magisterio para la concesión de cuatro de los diez galardones de esta edición. La Fundación Botín trabaja con un centenar de centros en el cultivo de la Educación emocional de los chicos y chicas. A la Organización del Bachillerato Internacional le preocupa la madurez intelectual, social, emocional y física de sus alumnos. El programa de inteligencias múltiples del Colegio “Montserrat” quiere descubrir la maravilla que se oculta detrás de cada niño, también de los “tontos”. Finalmente, el Programa de Víctimas Educadoras del País Vasco no enseña matemáticas pero imparte la mejor lección de vida que pueda enseñarse.

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